sábado, 1 de julio de 2023

                                           


                                                               RODOLFO FIERRO                

                                                            EL HÉROE OLVIDADO

 


Autor de verdaderas proezas durante la revolución mexicana que hizo que el mismo Pancho Villa exclamara después de ser testigo de una de ellas: “¡Que hazaña la de Fierro!” Hoy en día, sin embargo, el nombre de Rodolfo Fierro parece estar proscrito de los anales de la revolución.

En alguna ocasión varios generales se quejaron ante Villa del comportamiento de Fierro a lo que éste les respondió que el día en que él mismo cayera en desgracia todos ellos lo abandonarían y el único que estaría a su lado sería Fierro. Estas palabras fueron casi proféticas pues Fierro le fue leal hasta la muerte.

Villa y Fierro eran dos personas muy diferentes y tal vez por esto se complementaron tan bien. Villa tenía un carácter explosivo por lo que a veces cometía locuras de las que luego se arrepentía mientras que Fierro era muy tranquilo, meditaba bien las cosas y al final cometía mayores locuras de las que nunca se arrepentía. Villa era abstemio y Fierro era un alcohólico pegado siempre a una botella de Wisky, sobre todo antes de los combates. Fierro bebía no para darse valor, él era ya valiente, pero se había acostumbrado tanto a la bebida que ya no la podía dejar.

En la mente de Fierro todo se arreglaba con una bala y él no se tocaba el corazón para repartirlas entre amigos y enemigos cuando surgía alguna controversia o desavenencia, pero lo hacía no como Villa que estallaba en el momento, sino que se tomaba su tiempo para pensar en la mejor manera de deshacerse, literalmente, de ese problema. Matar no causaba en Fierro ningún remordimiento, podía matar a muchos en batalla o podía matar a uno a sangre fría y enseguida seguir con su vida. Cómo sería Fierro de desalmado que se ganó fama de asesino en una época en la que matar estaba a la orden del día. El apodo con que lo nombraban, a sus espaldas claro, no podía ser mas preciso: “El Carnicero”.

Rodolfo Fierro nació en el pueblo de Charay, cerca de El Fuerte, Sinaloa. Hijo de padres indígenas, fue abandonado por su madre en la casa donde trabajaba como sirvienta a los pocos días de nacido. Recogido y después adoptado por los patrones de su madre, le dieron un nombre y el apellido de la familia y lo integraron a ésta como si fuera uno más de los hijos que ya tenían.

Rodolfo creció en el seno de una familia acomodada. Tuvo educación y todas las facilidades que el dinero proporciona; le gustaba hacer bromas a la gente lo que le granjeaba muchos amigos, sin embargo, algunas eran tan pesadas que tuvo que responder por ellas a golpes. Siendo corpulento y fuerte generalmente ganaba, aunque hubo quién le diera una paliza.

Se casó con una hermosa joven de buena posición llamada Luz Decens. Su suegro lo introdujo al mundo de los negocios en donde no le iba nada mal. Luego tuvo una hija y ahí comenzó su pesadilla.

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                                              EL RECOLECTOR DE ALMAS

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